Alejandro Molinari
Querida Mariana: lo confieso: me apropié de esta fotografía que Cristóbal Castellanos subió en redes sociales.
Lo hice para compartirla con vos, para contar lo que Cristóbal contó y para honrar su labor. En 2021, Cristóbal cumplió veinticinco años de hacer la decoración del altar del santo patrono de Comitán: Santo Domingo de Guzmán.
Por ahí te conté el otro día que, doña Lolita Albores, nuestra querida cronista, en su libro “Así te recuerdo Comitán”, escribió una crónica acerca de “La feria de Santo Domingo”, donde contó que un grupo de mujeres “adornaba con unas palmas de flores de distintos colores, que las hacían con flores naturales”. ¿Sabés cómo eran conocidas esas mujeres? Las llamaban Las madres de Santo Domingo. ¡Qué honor! El pueblo las reconocía con ese título. ¿Lo imaginás? ¡Madres de Santo Domingo! Por eso, ahora, cuando nos enteramos que Cristóbal cumple veinticinco años de decorar el altar de Santo Domingo bien puede nombrársele como el Hijo de Santo Domingo. Este pueblo tiene miles y miles de hijos de Santo Domingo, pero, sin duda, Cristóbal es uno de los elegidos, porque él, igual que las anteriores madres, se encarga de adornar el altar del santo para celebrar su cumpleaños.
El propio Cristóbal dijo en redes sociales que se dice fácil, pero veinticinco años significa un cuarto de siglo. Este cuarto de siglo, Cristóbal, con sus propios recursos, con su propio trabajo y con su propia creatividad, dignifica el altar del templo mayor de Comitán.
Cristóbal consignó la fecha de inicio de su apostolado: 3 de agosto de 1996. Ese día colocó las primeras flores. Él es el continuador de la tradición de las Madres de Santo Domingo. Cristóbal no sólo continuó con esa divina encomienda, sino que le agregó un elemento personal: él realiza cada año un diseño único e irrepetible y con ello se impone un reto creativo. Ahora ya hay mucha gente que, el día del santo, el 4 de agosto, además de cumplir con su fe, acude al templo para ver la propuesta estética del año. ¿Superó el diseño del año anterior?
A mí me encantan esas relaciones que el destino procura. En este caso un Cristóbal complace a un Domingo, un católico consiente a un santo que no es su santo, pero que sí lo es. Una mañana, o tarde, Cristóbal fue tocado por la gracia y pensó que debía adornar el altar del cumpleañero y lo hizo y se sintió satisfecho y regresó el año siguiente y el otro y ahora, en este año de pandemia, se dio cuenta que su misión ya cumplió veinticinco años y este año Comitán no sólo celebra el cumpleaños de su santo patrono sino, también, el cumpleaños veinticinco de esta noble labor.
A mí me encantan las relaciones que se establecen entre fieles e imágenes. Hay personas que se encargan, también cada año, de cambiar los vestidos del Niño Fundador, por ejemplo, o de San Caralampio. ¿Quién les paga el tiempo invertido y el material empleado? Nadie en forma monetaria. Su compensación toca otros cielos. Así, Cristóbal confiesa que el arreglo del altar de Santo Domingo lo hace “con emoción, alegría, devoción, respeto y mucha fe”.
Sin proponérselo, en ese escrito, Cristóbal lega asimismo una lección de vida. Todo acto realizado deberíamos hacerlo teniendo como guía esos conceptos: hacerlo con emoción, alegría, devoción, respeto y mucha fe, fe en nosotros mismos.
Esos conceptos invertidos se traducen en el resultado final, porque Cristóbal dice que su encomienda tiene por objetivo hacer que “la iglesia luzca con esplendor, delicadeza y con un decorado digno del patrón de Comitán”.
Cristóbal inició con la decoración del altar del cumpleañero y luego, ya encarrerado, también se impuso realizar el monumento de Semana Santa y la decoración del nacimiento del niño Jesús, en diciembre.
No pregunto cuántas horas invierte Cristóbal en imaginar el diseño, ni cuántas horas en los preparativos y en la realización del adorno del altar. Ni me atrevo a preguntar cuánta paga invierte en ello. No lo hago porque es aterrizar algo que tiene alas, es como agarrar una honda y pegarle a un pajarito que anda en vuelo.
Sabemos que hay acciones que no permiten hacer cuentas tan terrenales. A mí siempre me produce una gran emoción conocer historias como las de Cristóbal, hay miles de personas en este pueblo que, con “emoción, alegría, devoción, respeto y mucha fe” realizan actos que dignifican no sólo los templos sino el espíritu total de Comitán.
Según me has platicado vos sos católica, mas no acudís a misa ni acostumbrás la comunión, pero sos una chica que respeta los valores morales que recibiste de tus papás. Cuando platicamos de ello, pienso en el escritor Saramago quien siempre dijo que lo más importante era ser un buen humano, solidario.
Cristóbal es un fiel creyente y con su acto logra no sólo honrar a Santo Domingo, sino que toca con sus manos el espíritu de los demás fieles, porque he sido testigo (claro, en tiempos antes de la pandemia, cuando acudía al templo el mero día del santo) cómo se iluminan las caras de las personas que acuden a persignarse ante la imagen del cumpleañero. Por supuesto, no es lo mismo entrar a una casa donde están ausentes los colores y los aromas. El cuatro de agosto, los comitecos (creyentes y no) acuden al templo del santo patrono del pueblo y reciben la caricia de los colores de telas y flores, asimismo los aromas que son como pajaritos que vuelan por toda la nave.
La mano de Cristóbal ha estado presente durante un cuarto de siglo. Sí, se dice fácil, se escribe fácil, pero ese lapso significa cumplir con responsabilidad un compromiso moral, no impuesto.
Aun en tiempos de pandemia, Cristóbal ha cumplido con su encargo, que a la vez es un privilegio. Los fieles buscan estar cerca de la imagen del santo el día de su cumpleaños. He visto cómo los fieles se acercan a la imagen de bulto y se paran enfrente y tocan las telas de su vestido. Cristóbal siempre ha estado cerca de esa imagen, más cerca que muchos mortales.
Muchas cosas se modifican con el paso del tiempo. Durante veinticinco años, Cristóbal ha mantenido la tradición del adorno del altar. En el texto que escribió en redes sociales explicó que el arreglo de la entrada del templo no le corresponde a él. Por lo regular, las autoridades civiles y religiosas son quienes se encargan del adorno de la fachada (un hermoso arco de flores), asimismo, es la autoridad gubernamental la que se encarga de regar juncia fresca en el atrio y parte baja del parque central.
Doña Lolita Albores, en la crónica mencionada, dice que antes, durante los días de feria, del 1 al 5 de agosto, había serenatas de gala con las marimbas de la localidad.
Antes de la pandemia, los comitecos disfrutaron el Encuentro de Marimbas que el mero día, el 4 de agosto, se efectuaba en una parte del parque central, al lado de la fuente. Desde las diez de la mañana hasta la noche, diversas marimbas de la región y de Guatemala participaban engalanando el festejo. Al lado se instalaba una muestra gastronómica que era el complemento ideal. Ahora, por la pandemia que vive el mundo, el festejo se suspendió, pero lo que continúa es el arreglo que Cristóbal realiza en el interior del templo.
Rosario Castellanos, en su cuento “Los convidados de agosto”, narra algo de lo que vivió de niña en la celebración del santo patrono: “…el gran portón de la iglesia estaba abierto de par en par. Así resaltaba mejor la reja de papel de china que las manos diligentes de los afiliados a las congregaciones habían labrado durante la semana anterior. Filigranas inverosímiles por su fragilidad se sostenían gracias a oportunos pegotes de cera cantul…”
¿Mirás? La tradición ha tenido cambios, pero se mantiene en lo esencial. Comentamos que el primer santo católico que llegó a estas tierras fue Santo Domingo. Llegó de la mano de los frailes dominicos, los frailes de su congregación. Desde ese día ha estado recibiendo las muestras de respeto de sus fieles. Llegó en 1556. Durante los últimos veinticinco años, Cristóbal Castellanos se ha encargado de arreglar su altar con infinito amor.
Posdata: esta carta te la envío el 7 de agosto, tres días después del festejo del cumpleaños de Santo Domingo. Hoy se conmemoran cuarenta y siete años del lamentable fallecimiento de Rosario Castellanos, la gran escritora comiteca. Por eso quise compartir con vos un cachito del cuento “Los convidados de agosto” donde ella nos dio su particular visión en el llamado “rompimiento”.
A mí me encantan esas asociaciones donde nombres y hechos se interrelacionan. En esta carta el nombre de Cristóbal Castellanos apareció al lado de Santo Domingo, de Rosario Castellanos y de Lolita Albores, pero en la memoria resuenan otros nombres y actos de este maravilloso pueblo.