CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 10)

Alejandro Molinari

Querida Mariana: mirá, ya llegamos a la décima parte de esta serie de cartas, donde platicamos acerca de lo que dijo doña Lolita en la crónica que tituló: “Sí conocí a Rosario Castellanos Figueroa”. Ah, cuántos datos maravillosos hemos pepenado de ese testimonio donde una gran comiteca habla de otra gran comiteca. ¡Pucha, nadita somos!
¿Seguimos? ¡Va! A ver, ¿en qué quedamos? Ya recordé, doña Lolita dijo que la gracia que tenía Rosario la heredó de su mamá, doña Adriana Figueroa.
Es muy importante lo que doña Lolita dice, porque, en efecto, si leemos los ensayos que Rosario Castellanos escribió, de 1971 a 1974, desde Israel, vemos que Rosario tiene una gran cercanía con sus lectores, porque escribe como si lo platicara en la sala de la casa. Lo hace, como doña Lolita dice, con una especial ironía, vena humorística que heredó por el lado materno. Y esto es así, porque doña Adriana creció en el barrio de San Sebastián, alejada de los protocolos solemnes que existía en los comitecos del centro, donde vivían los hacendados.
La cultura, nos lo han dicho los expertos, tiene su mejor veta en lo que el pueblo hace. Esto, Rosario lo pepenó muy bien, y luego lo desarrolló con amplitud y con generosidad.
¿Qué más cuenta doña Lolita? En la segunda parte de su crónica, escrita en agosto de 2002, doña Lolita cuenta detalles que sólo pudo compartir ella, quien vivió en casa de Rosario, en la Ciudad de México. Copio un fragmento: “Cuando viví en su casa le gustaba por las noches ir a mi recámara a contarme de sus estudios, me leía sonetos que después le parecían cursis y los rompía…”
Es algo común entre quienes comparten casa. Acá hay algo importante, es la dueña de casa quien va a la recámara de quien es huésped. ¿No se daba lo contrario, que doña Lolita fuera a verla a su recámara? Tal vez sí, pero debió ser en contadísimas ocasiones, porque hay, además de la decencia del que no es propietario de la casa, el respeto a la intimidad, sobre todo, pensando que Rosario es escritora y se sabe que ella exigía un ambiente íntimo para concentrarse en su labor, aunque aún no es tiempo de la disciplina férrea que luego asumió. En la película “Los Adioses”, de Natalia Beristáin, que se estrenó en 2018, hay una escena donde está Rosario, jovencita, leyendo en el baño, para que no la molesten, y le dice a Ricardo que con Lolita Castro (su más íntima amiga) estuvieron con la gran poeta Gabriela Mistral (Premio Nobel de Literatura) y ella les dijo que si querían ser escritoras debían renunciar a todo. Uf. Qué recomendación tan tajante. Bueno, como la Mistral nunca se casó, pudo dedicarse a escribir con esa disciplina, pero Rosario, ¡ay, Rosario!, luego se casa con Ricardo y tiene a Gabriel y, bueno, tiene que hacer huecos para dedicarse a lo que más le satisface y lo hace con tal coraje que le entra a muchos géneros literarios: cuento, novela, teatro, poesía y ensayo.
Si quisiéramos hallar una recomendación acerca de la creación literaria en la vida de Rosario, tal vez diríamos que no renunció a todo, pero sí tuvo una gran disciplina. Y esto lo han recomendado muchísimos autores importantes. ¿Querés ser escritor? Sé disciplinado. Rosario se impuso una disciplina para sus colaboraciones en el periódico Excélsior. Con algunas pausas, Rosario publicó su columna semana a semana. Eso permitió que Andrea Reyes consiguiera más de cuatrocientos ensayos que están recopilados en tres tomos con el título de: “Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos”.
Sigamos con lo que doña Lolita escribió: “…salíamos al cine, paseábamos por el bosque de Chapultepec que estaba enfrente…”
Rosario fue una gran cinéfila. Tal vez el gusto por el cine lo adquirió en Comitán. No existe, hasta el momento, una declaración en tal sentido, pero la propia doña Lolita cuenta que el cine ya había llegado a Comitán cinco años antes de que Rosario naciera. En tiempo de su niñez y adolescencia ya estaba el Cine Olimpia que debió ser genial, porque había marimba en la entrada y música de piano en vivo en el intermedio. En fin, lo que sí tenemos como constancia de su pasión por ver cine es lo que apareció publicado en el periódico “Excélsior”, el 29 de mayo de 1971. Rosario lo escribió en Israel. Mirá qué dice: “Usted sabe que yo soy una absoluta fanática del cine y que en ocasiones he hecho viajes, no para visitar museos ni para admirar paisajes ni para contemplar monumentos históricos, sino para ver una película que no va a ser exhibida en México por razones que me niego totalmente a comprender…”
¡Increíble! Yo, la verdad, no conozco a alguien que haya hecho lo que Rosario hacía. Yo mismo soy fanático del cine, pero jamás he hecho un viaje especial para ir a ver una película. ¡No! En la Ciudad de México, cuando era estudiante universitario, sí tomé dos o tres camiones para llegar a una sala ubicada en el otro extremo de donde vivía (recuerdo que en una ocasión leí que, en un auditorio del Poli, en Zacatenco, exhibirían la película “Emmanuel”, con Silvia Kristel, que, en los años setenta, era una película sensualona que no debía perderme, pero ¿tomar el camión o el barco o el avión para ir a ver una película que no exhibirían en México? ¡Jamás! Vos, que sos una cinéfila de hueso colorado no has hecho lo que Rosario hacía. Vos vas a Guadalajara para tus estudios y has ido al Festival de Cine, de Morelia. Pero, hasta ahí. En fin. Doña Lolita corroboró con su testimonio el gusto de Rosario por ver cine, buen cine. Con frecuencia menciona el cine de Bergman, le parecía una propuesta interesantísima.
Pero, además, doña Lolita dice que ella y Rosario paseaban por el Bosque de Chapultepec, uno de los espacios naturales bellísimos de la gran ciudad.
¿Sabés en dónde estaba la casa de la familia Castellanos Figueroa, en la Ciudad de México? ¡Frente al Bosque de Chapultepec! Pucha, ese fue un privilegio para ellos. Ni en Comitán tuvieron ese privilegio. En Comitán tenían las haciendas, pero Rosario jamás tuvo lo que sí poseyó en la gran ciudad. Ella salía a la terraza en la planta alta de la casa, se acodaba en una bardita y miraba parte del bosque. Su mirada se llenaba con vuelos de pájaros y con murmullos de las frondas que se movían al ritmo del aire, del viento y de la lluvia. ¡Qué prodigio! Bálsamo para su mirada. Así pues, no hay que imaginar mucho para lograr ver a doña Lolita Albores y a Rosario cruzando la avenida Constituyentes, para internarse en el bosque y caminarlo mientras platicaban y respiraban aire purísimo.
En varios documentales se ven escenas donde Rosario camina por la terraza de su casa y se ve el bosque al fondo. Parece que su trabajo creativo lo realizaba en el estudio que daba a esa terraza. El estudio se aprecia lleno de luz.
¿Cuál es el espacio ideal para fomentar la creación literaria? Todo entorno es vital, porque la literatura toca todas las orillas del quehacer humano, pero, sin duda, la poesía puede volar con libertad en un entorno natural. Sin duda que Rosario logró pepenar algunas aves geniales a la hora que se acodaba en esa bardita de la terraza y recibía la bofetada sublime de los verdes del bosque.
Hay mucho más para platicar acerca de lo que doña Lolita escribió. El tema que sigue es impactante, porque habla de la devoción que guardaban los papás de Rosario al difunto Minchito, el hermano menor de Rosario. Pero, bueno, como diría Nana Goya, esa es otra historia y si lo permitís lo abordaremos en la próxima carta. Pucha, qué palabrita me aventé: lo abordaremos, como si el tema fuera un bote para viajar por los ríos de la memoria.
POSDATA: la próxima semana celebraremos el cumpleaños de doña Lolita, quien nació el 25 de agosto de 1918, celebraremos con harta marimba y confeti el cumpleaños 103 de nuestra recordada cronista, cuya memoria sigue vigente y más viva que nunca en nuestro pueblo, porque su trabajo como cronista fue de una exquisita responsabilidad. Si digo que ya llevamos diez cartas hablando de lo que nos contó de su convivencia con Rosario digo que su trabajo fue fecundo. Ella, igual que Rosario, fue muy disciplinada en su labor. Por eso, Comitán la honra y parte de ese reconocimiento es lo siguiente: por primera vez en el pueblo y por determinación del actual Honorable Ayuntamiento Constitucional de Comitán de Domínguez, este 25 de agosto se celebrará el primer año del DÍA DE LA CRÓNICA EN COMITÁN. ¡Genial! El nombre de doña Lolita queda aliado para siempre con este oficio maravilloso que tanta gloria ha dado al mundo en general, y a Comitán, en particular.
El otro día recibí una llamada telefónica de un talentoso amigo comiteco que radica en otra ciudad. Pucha, lo estoy haciendo muy de intriga, ¿verdad? Bueno, es el tono que debo usar ahora, porque no puedo dar más información de lo que él me platicó, pero sí diré que fue un comentario que me causó gran regocijo. Si lo que él contó toma forma y se logra será un acto generoso que dirá mucho de la generosidad de nuestro pueblo. Apuntalar los rasgos de identidad es una tarea fundamental para consolidar el edificio espiritual que tanta luz prodiga al mundo. ¡Que viva Comitán! ¡Que viva Rosario Castellanos! ¡Que viva, por siempre, doña Lolita Albores!