CARTA A MARIANA, CON PANAS, PINIS, PONOS Y PUNUS

Alejandro Molinari

Querida Mariana: como si fuera ejercicio de esos que hacen en las escuelas, te pregunto: ¿Qué palabra va entre pana y pini? Si un comiteco dice: Bibish, la respuesta es correcta. En Comitán al pene también se le llama bibish. El letrero de la imagen que comparto con vos fue colocado en el parque central de Comitán para estimular la tradición de nuestros modismos. ¿Por qué bibish? No lo sé. Pero el letrero es muy claro: Bibish: órgano sexual masculino. El ejemplo habla acerca del tamaño, dice: “`ta bien chiquitío su bibishito de tu hijito”. Uf. Ojalá conforme crezca el chiquitío (sin albur) su bibish también crezca en forma decente, de lo contrario entrará con desventaja a la burbuja de los amigos, donde un bibish pequeño es motivo de burla. Recordá que vivimos en un país machista, donde los hombres (bien machos) andan presumiendo tamaños descomunales. Y ahora no sólo es motivo de burla entre amigos hombres, sino también entre mujeres. En una ocasión escuché que una chica decía a otra: “Lo tiene muy chico, ni cosquillas hace”.
La palabra bibish permite el diminutivo bibishito y el aumentativo bibishote. ¿Existe el término bibishudo? He escuchado que algunos lo emplean: “¡Ah, este bibishudo!”, y señalan a la criatura que se baña en la tina colocada a mitad del patio.
Los expertos indican que las cosas deben llamarse por su nombre, llamar pan al pan y pene al pene; no obstante, en el país existen muchos nombres para designar al órgano sexual masculino, algunos que rayan en lo grotesco (muy empleado actualmente por los jóvenes, por ellos y ellas) y otros que caminan por la senda de lo afectuoso y de lo simpático. En los años sesenta, las mamás comitecas usaban la palabra bibish o pilín o pirulí o pajarito. Sí, parece increíble, pero pajarito era una palabra usada para designar al pene, por eso, los hombres bromeaban con eso y a cada rato anunciaban que “Más vale pájaro en mano que ciento volando”.
La campaña del Museo de la Ciudad, cuando su directora fue Marisela Robles Higuera, tuvo como logotipo la silueta de un árbol con raíces y hojas. La esencia cultural se sustenta en la tradición. Parte del tesoro cultural de nuestro pueblo tiene su mejor rostro en el lenguaje.
El lenguaje nos sirve para comunicarnos, para saludar, para decir adiós, para expresar afecto y muchos otros sentimientos. La palabra nos sirve como elemento de identidad. Armando Alfonzo Alfonzo publicó un libro que le puso como título: “Sólo para comitecos”. Muchas palabras empleadas en el libro necesitan tener al lado su significado. Esto es una muestra de cómo el lenguaje es el hilo que nos amarra en un mismo bordado.
El Museo de la Ciudad sembró en varios parques de Comitán estos letreros con palabras usadas en el dialecto comiteco. Fue una campaña con visión porque permitió que todos los paseantes vieran las palabras y las recordaran o las incorporaran a su diccionario personal.
Muchas de estas palabras ya no son tan usadas como lo fueron a mitad del siglo XX. Por eso es importante recuperarlas, ponerlas en el paso de los hablantes para que recuperen su brillo. ¿En cuántas partes del mundo de habla hispana se dice bibish al pene? Tampoco sé, pero no en muchos lugares del mundo. La riqueza lingüística de Comitán es proverbial. En algún momento aparecieron estas joyas que enriquecieron la luz del universo.
¿Has oído cómo los bebedores brindan diciendo: “Tzilín, tzilín, tococh, tococh”, con lo cual expresan que las copas choquen y luego se consuma el contenido? Es una genialidad. Con dos onomatopeyas se cumple un ritual amistoso con tradición de siglos. El tzilín imita el sonido que hace una copa al chocar con otra, en forma leve, sin movimientos rotundos que causen quebradura; y el tococh imita el sonido de un líquido al pasar por la garganta. ¡Qué genialidad! La repetición de ambos términos sintetiza la esencia del afecto. Cientos de veces, los comitecos, en un cumpleaños, bautizo, boda o reunión amistosa o familiar, han repetido esos dos vocablos para confirmar el afecto.
Mientras todo el mundo dice ¡Salud! a la hora del brindis, los comitecos decimos: ¡Tzilín, tzilín, tococh, tococh! Esta diferencia dialectal es lo que hace la diferencia, lo que enriquece el mundo. imaginá un mundo donde todo fuera uniforme. Imaginá un mundo donde los nombres de las personas fueran iguales y limitados.
Muchas personas no han valorado la riqueza del nombre Caralampio, por ejemplo. Algún complejo nos sigue acompañando. Si ahora das a elegir entre Brayan o Caralampio, muchos elegirán el primer nombre, que es una derivación de un nombre inglés.
En gastronomía hay un concepto que se llama maridaje y que indica qué vino es el acompañante ideal para un determinado platillo. Lo mismo sucede con los nombres y apellidos. Pongo sólo como ejemplo el siguiente: Qué nombre es más eufónico: ¿Caralampio Pérez o Brayan Pérez? ¿Qué nombre es más agradable al oído? ¿Bryan Adams o Bryan Pérez? Lo pongo sólo como ejemplo. En el lenguaje también hay maridajes. El castellano se escucha mejor con elementos propios de su carácter. Lo mismo sucede con los nombres de las poblaciones. En USA existe la ciudad de Los Ángeles y esto es así porque esa región de California perteneció al territorio mexicano, pero más arriba, los nombres son New York o Idaho. Imaginá que alguien quisiera copiar este último nombre para bautizar una población de México, sonaría así: Ay, dajó. Sonaría mal, sí, ¡horrible! ¿Cómo sonaría una ciudad gringa con el nombre de Guadalajara? Guadala jarra.
Cada lengua tiene sus encuaches, los términos que tienen siglos de tradición. ¿Desde cuándo en Comitán se usa la palabra bibish? No lo sé. Pero dicho término tiene una gran tradición. La tradición es la huella que se deja sobre la piedra. En las ruinas mayas está impresa la tradición cultural de estos pueblos riquísimos en cultura.
La lengua castellana que hablamos en este 2021 en Comitán tuvo su origen, según la placa que está en la fachada del templo de Santo Domingo, en 1556. Los frailes dominicos (cuyos nombres están impresos en esa placa) comenzaron la evangelización en ese año, su chamba propició, entre muchos otros injertos culturales, la transmisión (imposición) de una religión con un solo Dios verdadero y de la lengua materna de ellos: el castellano. La religión no permite que el simple mortal intervenga en su transformación; pero el lenguaje, al ser un ente vivo, se enriquece en el uso diario. El pueblo comiteco es un pueblo genial, logró agregar joyas de lenguas indígenas y preservó el voseo que sólo se usa en pocos países hispanohablantes: Argentina, Uruguay, Paraguay, en el sur de América, y en varios países centroamericanos. En estos países, el voseo, como dicen los expertos lingüistas, es prestigioso. Millones de hablantes hablan de vos. Comitán es un pueblo mexicano que conserva esa prestigiosa tradición. Eso nos une con los hablantes de aquellos países. Una vez, en Puebla, alguien me preguntó si era argentino. ¡No!, dije, soy de Comitán y expliqué la gran diferencia: el tono, en el pueblo, vos lo sabés, tenemos un cantadito especial que hace diferente el voseo comiteco al voseo uruguayo, por ejemplo. Decimos pues que eso es la confirmación de la riqueza cultural. La diferencia hace que el mundo sea vasto, interesante, mágico, misterioso, eterno.
Lo que hizo el Museo de la Ciudad fue una propuesta generosa: sembró cultura en varios parques públicos. A mí me encantó el proyecto. Como tomé esta fotografía para testimonio, ahora ella me sirve para platicar con vos de lo nuestro, de lo que nos hace ser un pueblo mágico. Debe haber muchas anécdotas comitecas, simpáticas, que tienen como eje la palabra bibish. Si divido la palabra suena bien gringa al principio y bien comiteca al final: bib ish. Vos sabés que ish también es una voz de nuestra región, la decimos cuando algo nos desagrada. Yo la he escuchado con frecuencia en la siguiente oración: “Ish, tan fiero su modo”. Fiero es sinónimo de feo. La fiereza no es lo que significa en otras partes: crueldad de algunos animales; no, en el pueblo la fiereza tiene que ver con lo feo.
Las mamás comitecas de los años sesenta miraban fiero que sus pichitos se agarraran el bibish, ¡ish!, decían.
Posdata: cuando vi el mensaje en el parque central de Comitán lamenté que en mis tiempos de adolescente no hubo esos cartelitos. Habrían permitido que yo tuviera tema para platicar con las chicas. Mi proverbial timidez me impedía acercarme a una chica que me gustaba, porque no sabía qué platicar. Estos letreritos habrían servido para cortar el hielo. Bueno, tendría que ser selectivo, para no parecer hombre de mal gusto. Al ver el letrero con la palabra cotz, estaría prohibido preguntar: ¿te gusta el cotz? En el letrero con la palabra bibish, me haría tacuatz, para que la chica no preguntara: ¿y vos, de qué tamaño tenés el bibish?